Las muertes, malostratos y abusos sexuales son sucesos
rechazables por la inmensa mayoría de la población. Por lo tanto, bienvenidos
sean todos los programas de protección de las víctimas, de atención a sus
necesidades inmediatas, de penalización de los agresores y de rehabilitación de
los mismos.
Pero, todos estos programas van dirigidos a los síntomas y
no a las causas de la violencia de género. La raíz de dicha violencia de género
son los valores y conductas generados por la Cultura de los Géneros. La Cultura de los Géneros surge con la propiedad privada y
la transmisión hereditaria detentada por los varones padres.
El ideal del hombre patriarcal es el héroe: Valiente hasta
la temeridad, duro ante las
adversidades, agresivo para la conquista
y la aventura, narcisista para
ambicionar el poder, generoso con los
compañeros y protector de los
débiles. En relación a los demás
hombres, su virilidad se expresa en la competitividad. En relación a las mujeres su virilidad se
expresa en la dominación: Las mujeres son parte de su propiedad.
El ideal de mujer patriarcal es la Diosa del Hogar: sumisa hasta la abnegación, débil y cobarde por culpa de su
sentimentalismo, pura y casta hasta el
matrimonio, asexuada obediente con su marido,
cuidadora de la prole, servidora de los demás
a costa de sí misma.
Con el devenir histórico, el perfil de género masculino ha
variado poco. De los héroes que pelearon
en Troya, pasando por los guerreros romanos, los señores de la guerra feudales,
los conquistadores españoles y británicos, los esforzados franceses de
Napoleón, los temidos alemanes de Hitler, hasta los marines norteamericanos, la
verdad es que no parece que podamos resaltar grandes cambios. Quizás podamos
apreciar un cambio relativo de contexto.
Los héroes actuales no sólo se glorifican en el campo de batalla. Sus hazañas
se realizan en los Consejos de Administración de las Empresas, en las
conquistas de mercado y de riquezas, en los poderes que otorga la alta
política. Ha cambiado el campo de batalla, pero sus actitudes siguen siendo las
necesarias para la guerra: Agresividad, dureza sentimental, camaradería entre
los pares, ambición de poder y valentía hasta la temeridad. Sus relaciones con
las mujeres siguen siendo de dominación depredadora.
En cambio, el perfil del género femenino sí ha sufrido
importantes cambios, aunque todavía se refiera a una minoría de la población
mundial, ya que se concentra sobre todo en los países desarrollados del Primer
Mundo y en las clases medias y altas. El
avance en términos de igualdad se va concretando en leyes y normas que
favorecen la paridad, la igualdad de oportunidades, el fomento de compartir las
tareas domésticas, la estigmatización de la violencia de género y la abolición
de la prostitución.
Pero, si en el ámbito de los derechos sociales se han
conseguido grandes avances, no ocurre lo mismo en el ámbito de la socialización
y los valores. Las familias siguen fomentando la permanencia de la cultura de
género: vestimentas, juguetes, entonación verbal, ritos de paso, educación de
las actitudes y de los gustos, todo contribuye a que la cultura de género no
sólo permanezca, sino que siga consolidándose a través de los tiempos.
La tradición cultural de género se ve reforzada por un nuevo
elemento: los roles de género son una excelente materia prima para incitar al
consumo. Los ideales femeninos se convierten
en top-model de pasarela y la belleza se convierte en el pretexto perfecto para
desarrollar una industria mundial de
modas, cosméticos, dietas adelgazantes, cirugía estética... Para socializar a las niñas e integrar en
ellas estos ideales, hay una abundante
producción televisiva, cinematográfica, de prensa rosa y juguetería que tiene
su inicio en la Barbie y sus clónicos y termina
en los juegos perversos de programas como “Gran Hermano” y en los
concursos de mises. La imaginería
publicitaria, televisiva, cinematográfica y artística, se esfuerza en presentar
a las mujeres con perfiles en los que sobresale la cualidad de la belleza
física por encima de ninguna otra. Todo eso refuerza la tendencia por parte de
los hombres a percibirlas como objetos sexuales antes que como sujetos
inteligentes, afectivos, libres, iguales y solidarios. En cuanto a los hombres, los perfiles masculinos siguen
resaltando la cualidad de la fuerza por encima de cualquier otra cualidad. Fuerza física, mostrada en los deportes de
alta competición, en las proezas bélicas, en el culturismo de gimnasio, y
fuerza transmutada simbólicamente en poder político, empresarial, tecnológico.
La prueba de la persistencia de la cultura de género reside
en el hecho elemental de que ningún hombre camina por la ciudad con el temor en
el cuerpo de que una mujer le pueda violentar
y, en cambio, casi todas las mujeres caminan con la sensación temerosa
de ser violentada, aunque sólo sea con la mirada. Cuando estas actitudes desaparezcan, podremos
decir que la cultura de género ha sido abolida por una cultura de personas
iguales.
Para que esta utopía de una sociedad de personas se
convierta algún día en realidad, no basta con curar, penalizar y prevenir la
violencia de género. Es muy importante que tomemos conciencia de las mil caras
con las que la cultura de género se expresa y sirve de modelo, ideal y
referencia para las personas desde su más tierna infancia y a lo largo del
ciclo vital:
1. Cuando un varón maltrata, abusa o asesina a una mujer, el
origen de su comportamiento lo encontramos en una infancia educada en masculino
o en femenino, mediante estereotipos, prejuicios y recursos como los siguientes:
- La simbolización genérica de los colores: Azul para niños y rosa para niñas.
- La diferenciación de las vestimentas: trajes y pantalones para niños y vestidos
para niñas.
- El refuerzo de las cualidades de género principales: La belleza física en las niñas y la fortaleza
en los niños.
- La diferencia genérica de juguetes: Muñecas y utensilios de hogar y belleza para
las niñas y armas, construcciones y
coches para los niños.
- Oferta de modelos de género para la imitación y la
identificación en la familia (madre femenina y padre masculino), en la escuela
(maestra femenina y maestro masculino) o en los medios (mujeres bellas y
acicaladas y hombres fuertes y conquistadores).
2. Cuando un varón
maltrata, abusa o asesina a una mujer,
las raíces de su comportamiento hay que buscarlas en una juventud y
adultez socializadas por carencias o
influencias de elementos sociales y
culturales como los siguientes:
- La persistencia de ritos y prejuicios sociales
tradicionales como comuniones, bodas, despedidas de soltero/a, etc. con fuertes
contenidos de género.
- La influencia de las industrias de la cosmética, la moda y
los perfumes, centradas en resaltar de manera artificial la belleza física en
las mujeres, basada en la seducción erótica y la belleza física en los varones,
basada en la fuerza.
- La persistencia de roles de género en relaciones de
pareja, de familia, de amistades, eróticas, etc. reforzadas por su expresión en
el cine, los espectáculos y la televisión.
Las alternativas para abolir la cultura de género y el patriarcado
surgen si somos capaces los adultos de presentar a la infancia y la juventud
modelos de socialización igualitaria y democrática, si la enseñanza se esfuerza
por implantar la coeducación verdadera,
si las instituciones se empeñan en desarrollar políticas culturales que
fomenten los valores democráticos y
laicos. Si todo esto se pone en marcha, es posible que la violencia de género
pueda ser erradicada algún día. Mientras
tanto, tendremos que enfrentar sus terribles consecuencias como mejor podamos.
ENLACE: http://www.antiguahombresigualitarios.ahige.org/index.php?option=com_content&view=article&id=90:las-raices-de-la-violencia-de-genero&catid=47:violencia-de-genero&Itemid=60
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